jueves, 24 de octubre de 2013

Capítulo 2:

"Vamos... Arriba... El despertador ya ha sonado... Menuda noche..."

Vueltas, vueltas y más vueltas. Sábanas descolocadas. Poco a poco recoge los rescoldos de su cama y se tapa hasta el cuello.

Aún aletargada, observa el armario que está frente a su cama. No piensa en nada, únicamente lo mira fijamente. Por unos segundos posa la mirada en el calendario, todavía no sabe en qué fecha vive.

Respira profundamente, guarda todo el aire que ha llegado a sus pulmones, recordando que hoy tiene muchas cosas que hacer, en ese momento suelta con delicadeza todo el aire que tenía contenido y pega un 
pequeño salto sin demasiada euforia desde la cama.

"Qué pereza... Pues me quedaba tan agustito aquí..." Piensa mientras se muerde el labio de abajo, como señal de deseo. Esboza una pequeña sonrisa y lentamente se dirige al baño para darse una ducha, no sin antes acabar de levantar la persiana y ver cómo las últimas gotas de lluvia de la noche están estampadas contra el cristal, Lorenzo amenaza fuerte esta mañana.

Ahogada como en un vaso de agua, su estómago no la ha dejado desayunar gracias a su nerviosismo. Se ha vestido con unos vaqueros muy ajustados de color oscuro, una camisa azul brillante y unas manoletinas marrones con un lazo negro.

Alberga sobre sí misma mucha confianza si va bien vestida, maquillada y peinada. Hoy, el maquillaje no es exagerado, su pelo de momento va suelto, pero cuando las clases den comienzo, irá recogido en una bonita cola de caballo.

Aún caen las últimas gotas de lluvia, pero, por suerte ha decidido coger su pequeño paraguas violeta, perfecto para alguien que camine solo. Se acuerda según abre el paraguas de cómo lo consiguió. Mira hacia la acera de al lado y se ve, a ella misma y a su padre, corriendo por las calles de San Sebastián:

- ¡Papá! Me estoy empapando.

- Fuiste tú la que miraste mal el tiempo...- Dice él, con una gran sonrisa en la cara.

- Ni me lo recuerdes...

Ríe contemplando esa escena del pasado: prefirió no escuchar el telediario, ni hacer caso a su móvil, ya que muchas veces fallaba. Pero aquella vez tenían razón.

Cambia de pensamiento por unos gruñidos procedentes de su tripa. Se para justo delante de una pastelería aún cerrada y observa el escaparate.

No hay tiempo que perder, éste nunca sobra, siempre falta. Un desayuno rápido en el primer bar que encuentra antes del Conservatorio. Está en una pequeña plazoleta situada entre calles, después de la catedral, un sitio bastante conflictivo para llegar, ya que es fácil perderse.

El café es pequeño y acogedor, inspira el perfume embriagador del café, y olor a vainilla que hay en el local. La barra tiene como adorno un mural completo del marido de Frida Kahlo, en las paredes hay muchos cuadros de esta misma pintora, los reconoce muy bien porque hace poco visitó una exposición de esta brillante mujer. Todo tiene un ambiente exótico con un pequeño toque europeo. La música es latino-americana, lo que le da el maravilloso final. Mira a la mujer encargada de la barra, para que ella se de cuenta de que tiene una nueva cliente.

- ¿Desea tomar algo?

- Sí, por favor, un té rojo y algo de comer.

- Tenemos unos croissant recién hechos, son deliciosos.

- Perfecto entonces, muchísimas gracias.

La señora sonríe mientras hace un gesto de asentimiento con la cabeza, se gira, y comienza a preparar el desayuno.

No ha dejado por un momento de pensar lo que ocurrió anoche, mientras busca una mesa saca de su bolso un cuaderno de notas y su bolígrafo favorito para escribir. La camarera le deja el desayuno encima de la mesa, le da las gracias y se va hacia la barra.

Abre su cuaderno y busca la última hoja que escribió, la pasa y ve la primera hoja en blanco, abre el bolígrafo y comienza a escribir.

Después de un año ese sueño se sigue repitiendo, le veo a ella tumbada en aquella cama y me veo jugando con aquel ratón.

No comprendo porqué siempre decimos lo mismo, ni porqué nunca me puedo despedir de ella, aún sigo esperando ese momento.

Para y sorbe el té. Le gusta su sabor, es amargo, pero el azúcar consigue darle el dulzor que necesita. La mezcla perfecta.

Abuela, voy a conseguir volver al sueño para descubrir qué falló, y quién fue.

Recoge sus cosas con dirección a la barra para pagar.

- Pues es un euro con ochenta céntimos.

- Gracias, tiene un local muy bonito.- Dice mientras paga.

- A ti, corazón.- La señora agarra una escoba y comienza a barrer tarareando la canción que suena en ese momento.

Aire fresco, sonrisa repuesta. Por fin va a conseguir saber qué pasó. Su cara cambia por completo cuando mira el reloj.

"¡Madre mía, es tardísimo!... ¡Cinco minutos y leerán la lista, y aún no estás allí!... Qué desastre chica, qué desastre..."


2 comentarios:

  1. Me encanta como has descrito el momento en la cama, me recuerda a mi cuando estoy en ella y da una sensación de estar a gusto :)

    ¡Sigue así! No pares :)

    Un besazo

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  2. Como ya te dije la otra vez, busco sensaciones reales, y añado, que me gusta escribir nada más haberlo sentido.

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